
QUE VIENE DESPUES DE BUSH
Termina la gestión de Bush con el comienzo de la decadencia del imperio norteamericano. Barack Obama inicia su gobierno con un llamado insistente a la esperanza y a la renovación norteamericana. Lo cierto es que Estados Unidos se encuentra en una de las encrucijadas más serias de su historia.
Durante el gobierno de Clinton, la economía norteamericana alcanzó cumbres de crecimiento excepcionales, culminó su gestión dejando 200,000 millones de dólares de superávit. Bush deja un déficit presupuestario de un millón de millones de dólares, una crisis financiera y recesiva que continúa causando destrozos en todo el planeta y que no toca fondo, una deuda externa cercana a los 11 millones de millones de dólares, guerras en las que el imperio está condenado a la derrota pese a su inmenso poderío militar y 700,000 millones de dólares destinados a ese fin.
La imagen del imperio invencible y todopoderoso que mostró Bush al anunciar su estrategia de "guerra preventiva", está en escombros. Para recuperarla no será suficiente el reconocimiento del "error" que se atribuye a una errada información de los servicios de inteligencia. ¿Qué queda de los derechos humanos, de los cuales se declaró depositario universal, luego de los maltratos monstruosos de Abu Graib y Guantánamo, de las cárceles secretas de la CIA?
Los imperios a lo largo de la historia tienen características comunes. Se sostienen mediante el engaño y la fuerza. Tienen etapas de expansión, estancamiento y luego ingresan en una larga fase de descomposición. Se imaginan invencibles justo cuando han entrado en el plano inclinado de la decadencia. Surgida como la primera potencia económica luego de la Segunda Guerra Mundial, los gobernantes norteamericanos imaginaron que el mundo les pertenecía, que podían hacer lo que quisieran en nombre de la democracia, de la libertad o los derechos humanos, y que liberado de todo control el mercado traería al mundo un bienestar jamás esperado, de la mano de los monopolios y los especuladores.
Pues, bien, los resultados están a la vista. La crisis es hija de este capitalismo voraz que alimentaron los monopolios financieros y consintieron los gobiernos entusiasmados por la prédica neoliberal. Ni el imperio es omnipotente, ni el siglo XXI será el siglo norteamericano, ni el mercado desrregulado es la "mano invisible" que pondrá orden en la economía ni garantizará el desarrollo y el progreso en el planeta.
Esta es la herencia que recoge Barack Obama, el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Cambios sustanciales no habrán, pese a que su mensaje se centra en las palabras cambio y esperanza. Pero tampoco puede continuar la herencia legada de Bush, que está colapsada. Algo debe hacer como Roosevelt después de la gran crisis de 1929, con el "Nuevo Diálogo", que significó el retorno a políticas liberales. Lo que está claro es que el neoliberalismo, como ideología, teoría y modelo económico, ha sufrido una estocada mortal, lo que no quiere decir que los monopolios se han derrumbado ni que el imperialismo deje ser imperialismo.
No hay lugar entonces para mayores ilusiones, a no ser que Estados Unidos inicie un camino distinto al que ha transitado desde fines del siglo diecinueve.